sábado, 3 de diciembre de 2011

Solo dame un momento.



Hay tantos tipos de corazones: los solitarios, los apasionados, los enamoradizos, los enigmáticos…
Hay corazones que por mucho que lo intentas no logras conquistar  y otros, con los que juegas sin querer. Hay corazones con abre fácil y hay corazones que son lugares desconocidos, que incluso asusta adentrarse en ellos.
Algunas veces se aceleran tanto que pueden aturdir. Y en ocasiones, parece que se rompen en mil pedacitos, que luego es casi imposible volver a reunirlos todos.


Un corazón no miente, aunque algunas, bueno, muchas veces logran confundir…
Un corazón después de todo tan sólo hace ruido, pero es el más intenso que jamás pueda oírse.
Hay tantos corazones y tantas formas de hacerlos sonar:
El amor, es fácil de reconocer, porque el ritmo aumenta poco a poco hasta que late tan fuerte que puedes sentirlo en la yema de los dedos, unos golpecitos para avisarte de que se ha parado el mundo.
El dolor, por desgracia es aún más rápido. Es aquella sensación, que te hace llevar la mano al pecho, como si tuvieras que aguantarlo para que no se cayera. Pero como la arena que resbala  entre los dedos en verano, el corazón se deshace sin se pueda evitarlo.


Existen también los latidos acelerados, los pausados, los más intensos, los que necesitas asegurar que están ahí  porque apenas los notas, los que no te dejan dormir, los que resuenan en la cabeza, los que descansan bajo una mano…
Hay una sensación para cada latir, hay un latir para cada corazón y hay un corazón para cada persona.  Y siempre habrá alguien que te lo haga sonar, lo importante es que sepas escucharlo.