Quisiera decirte tantas cosas, y no sé cómo. Me equivoqué, creé mis propias normas, tan ridículas y equivocadas.
“No me enamoraré de ti”. ¿Qué estúpida regla es esa?
Me dije, que todo era sólo una casualidad, y que no pasaría nada nunca. Pero me equivoqué. Resulta que elegí a un “último alguien”, para estar a su lado durante mis últimos tiempos aquí y qué curioso, me equivoqué totalmente.
Estabas ahí siempre, estabas incluso cuando no lo sabía, estabas antes y después, estabas siempre.
Y ahora, cuando hay tanto en juego, cometo la estupidez de darme cuenta de mis estupideces.
Eras tú, siempre lo habías sido, y no sé qué hacer ahora que me di cuenta.
Podría pedirte que me perdonaras, y sería injusto porque llevo la ventaja, de saber que lo harías.
Te has metido en mí, sin que me haya dado cuenta, cómo lo has hecho, no lo sé. Pero me da miedo sentir que me gusta, me da miedo sentir que estaba escrito, como si todo tuviera que pasar así, de este modo tan doloroso y tan perverso.
Tú, que no entiendes de normas, tú que no entiendes de “noes”, tú que no sabes porqué estoy aquí.
Te lo diré, sin más remedio:
estoy aquí por ti.